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Notas Noviembre 2010
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EDITORIAL

 

 

por Luis Farias

 

Es hora de romper el mito de que los jóvenes no quieren participar políticamente; cuando los canales son los apropiados y están construidos desde bases sólidas y serias, los jóvenes pueden expresarse. La participación política puede manifestarse (y hoy se manifiesta en los jóvenes) en reclamos y anhelos tales como: ley del aborto, donación de órganos, concientización del VIH/SIDA; movimientos ecologistas, trabajo, familia, democracia como único sistema posible, etc.

Todo ha cambiado, hay otras actitudes en la gente, la sociedad es otra. En el mundo de los 80' se decía públicamente que las ideologías habían muerto, las juventudes estaban alejándose de todo aquello que tiene que ver con lo colectivo; la salvación llegaba por medio de lo individual, y así se prolongó por años.

Hoy esos caminos banales se están desandando. Han ocurrido algunas cosas, por lo visto de gran magnitud, en la vida argentina que permite que los jóvenes estén politizados y lleven ese "mal germen" incluso hasta los establecimientos educativos (para horror de viejas sarmientinas). "A la escuela se va a estudiar, no a hacer política", puede escucharse por millares este tipo de mensajes radiales de señoras por lo visto muy ilustradas y preocupadas por reproducir un sistema que las ha beneficiado en desmedro de una mayoría marginada de todo derecho.

Por supuesto que es mejor exponer la imagen del "joven problemático"; se lo estereotipa así porque es negocio, porque salir en los temas policiales vende. No vamos a negar aquí que no sea verdad todo lo que dicen los medios sobre algunos jóvenes. Pero hay que hacer una lectura diferente a la común. Todos somos el resultado, el emergente de ciertas políticas. Los niveles de violencia no difieren mucho de los del resto de la sociedad. Un joven que prende fuego el cabello a una profesora no difiere mucho de una persona golpeando a otra cuando en una cancha de fútbol, o en el mismo Senado. Con esto no se pretende desligar responsabilidades, pero el abordaje debe ser abarcativo para toda la sociedad. Eso sí, ya que participan todos los sectores de la sociedad para buscar una solución, sería interesante que no se deje a la juventud fuera de ella.

Ahora que los jóvenes, nosotros y TODOS los que quieran o puedan sumarse, tenemos en claro qué es lo que la juventud manifiesta que hoy necesita, debemos poner un desafío aún mayor, dar un salto aún más grande, para poder desde este mismo momento, hacer escuchar y resolver lo que se reclama, se necesita, se busca, se quiere y anhela.

Hay que decirlo: Institucionalmente los jóvenes no son tenidos en cuenta. Si algún joven tiene voz es principalmente por su posición individual, pero no existen espacios democráticos tradicionales de participación donde estén representados. Los Consejos de Juventud, los foros de participación son buenas ideas para cambiar esta falta de representación.

El mundo se encuentra en una crisis de sus instituciones, necesitamos pasar de una democracia formal a una democracia sustancial.

No es que los jóvenes no participen, se tienen muchas más formas de organización; existe más interacción entre la juventud que en otros segmentos de la sociedad; pero, como se dijo, son formas de participación no tradicionales, son espacios que están naciendo y no tienen la masividad de un hecho policial.

LA IMPERICIA QUE PRETENDIÓ SER PROEZA

CLAUDIO ESCALANTE

El 2 de Abril de 1982 se desata la Guerra de Malvinas, maniobra de reivindicarse ante la población, por parte del gobierno militar, a través de su presidente de turno, Leopoldo Fortunato Galtieri, intentando distraer al pueblo de los temas cada vez más crecientes de las violaciones a los Derechos Humanos, y atropellos a la democracia. El “Proceso” ideó un golpe bajo, utilizando el profundo sentimiento de frustración de la población con respecto a la usurpación de Gran Bretaña de estas islas.

El día 14 de junio de 1982 las fuerzas británicas presionaban con una manifiesta superioridad en armamentos y en efectivos humanos en las afueras del Puerto Argentino.

Se había acordado un alto el fuego, signado por el gobernador militar argentino en las islas, General Mario Benjamín Menéndez, y el comandante de las fuerzas británicas.

La guerra que había durado 74 días, en la que muchos soldados murieron en la lucha, en la que la inferioridad de condiciones de las Fuerzas Argentinas fue determinante, nos había dejado como saldo más de 700 muertos y alrededor de 1500 heridos.

El día 15 de junio de 1982, Galtieri convocó a la población a Plaza de Mayo con el propósito de anunciar la rendición y realizar un balance del conflicto.

Una multitud cubrió la plaza para repudiar a la junta militar y criticar la irresponsable conducción de la guerra por parte de los militares.

La concentración en la plaza terminó con una violenta represión de las fuerzas de seguridad contra todos los presentes.

La derrota de Malvinas provocó una profunda crisis en el régimen militar. El desgaste del gobierno se aceleró y Galtieri renunció en julio de 1982.

Por su parte, la oposición política y social reclamaba el fin de la dictadura, la convocatoria a elecciones y la aparición con vida de los desparecidos por la dictadura militar.

Cuando los primeros contingentes de cuadros y conscriptos comenzaron a regresar al continente, fueron las Fuerzas Armadas (como parte del Estado) las que debieron implementar las primeras políticas hacia este nuevo sector social, constituido por una guerra en nombre de la soberanía nacional.

Una de sus muestras fue la Casa de Veterano de Guerra, creada en Capital Federal por el Estado Mayor Conjunto, dirigida por un alto mando de cada fuerza en coordinación con la Liga de Amas de Casa.

La Casa actuaba como bolsa de trabajo, hospedaje de ex soldados del interior que se atendían o hacían trámites en Buenos Aires.

Desde este fin – práctico – se apuntaba a otro más simbólico, ya que la Casa del Veterano de Guerra se erigió como un espacio oficial donde los que volvían de Malvinas podían reelaborar la causa desde el continente, encontrarse con sus compañeros de armas y desahogarse frente a una sociedad que en su gran parte no los reconocía.

Los años post-Malvinas fueron durísimos porque fue muy grande la herida.

Partiendo de este espacio, se comenzaron a multiplicar las oficinas de Malvinas en toda entidad castrense, cumpliendo la función de: 1) hacer el seguimiento del personal afectado, 2) asignar beneficios y 3) evaluar méritos y faltas en la actuación militar.

Pero la estructura montada por las Fuerzas Armadas en el recibimiento de los contingentes y primeras políticas hacia este grupo social tenía un propósito más de fondo, más político y estratégico que la sola atención y contención de los combatientes por su condición de tales: se trataba de “encriptar” los efectos de la derrota (en la piel de sus protagonistas materiales) hacia dentro de la institución castrense. Si esta tarea estaba más asegurada en los militares de carrera, se tornaba más compleja en el caso de los conscriptos, que al dejar de estar “bajo bandera” retornaban a sus hogares por todo el país, cargando historias verdaderas que distaban mucho de las versiones mediáticas oficiales sobre lo sucedido en el conflicto. Con la infraestructura de contención primaria castrense (como primer cinturón sanitario) se trataba de evitar que la sociedad vea en “los chicos de la guerra” una derrota en vivo y en directo.

Los ex soldados, que estaban ahora diseminados por todo el país, eran un grupo demasiado extenso para mantener bajo control en el contexto de la caída del Proceso. Al regresar a las unidades, los conscriptos debían firmar una declaración donde se comprometían a no relevar ni difundir información acerca de lo atestiguado del lado argentino de las islas; sus testimonios podían convertirse en denuncias relevantes a los cargos pendientes contra los militares por ‘Derechos Humanos’ y por corrupción. Por eso, al concurrir a sus propias instituciones para dar tratamiento médico a los soldados, el Estado Mayor Conjunto comenzó una política destinada a mantener las memorias de las Malvinas ‘hacia dentro’, esto es, dentro del dominio militar.

Tal vez este propósito esencial haya sido lo que fomentó indirectamente otros espacios de encuentro fuera de la órbita del Estado y sus “políticas”: los centros de veteranos y ex combatientes dispersos por todo el país. Los centros tomaron, por la iniciativa misma de los ex combatientes y veteranos que los formaban, la tarea de contención y a la vez de inserción, puesto que – además de crear un núcleo de descompresión y camaradería para quienes vivieron la experiencia – muchos de ellos funcionaron como bolsas de trabajo en diversas tareas de servicios hacia la comunidad y lograron salir de la esfera del Estado, cuyas políticas apuntaban al silenciamiento primero y a la desatención después. Uno de estos felices ejemplos fue el núcleo de Veteranos de la ciudad de Pergamino.

Es así que a pocos días de terminada la guerra, una fría noche de invierno, trajeron de vuelta a los soldados conscriptos “a oscuras y en silencio”, como cuenta con dolor una vecina del conscripto pergaminense Luis Parra (quien prestó servicios en el crucero General Belgrano). Esta vecina salió a la calle durante varias noches a esperarlo, ya que corrían los rumores de que volvía, y despertaba a sus hijos para salir casi todas las noches desde que había finalizado la guerra diciéndoles “tenemos que ir a recibirlo, por más que sea doloroso, es lo menos que podemos hacer por él”. Esta vecina cuenta, con mucha tristeza, que lo que se encontró no era un recibimiento digno, desde lo nacional, para con un chico que volvía como héroe: “los trajeron a escondidas, tristes, flacos, dolidos por sus compañeros que no habían regresado”.

En el año 2008, Carlos Farías (excombatiente), argumentó: “Nos encontramos aquí y no es por casualidad, hoy es 2 de abril y se cumple el vigésimo sexto aniversario de la gesta de Malvinas. Este fue un impresionante y sangriento hecho, que enlutó a tantas familias argentinas, familias que hasta hoy siguen esperando a sus hijos, a sus nietos, a sus padres, a los que dieron su vida por la patria. Y en esto no existen campeones; existe el esfuerzo, el trabajo, la dignidad, el honor y patriotismo; palabras que les sobraron a nuestros compañeros para rotularse como verdaderos héroes de la guerra. Y es por ellos que tenemos el compromiso de mantener viva la historia de Malvinas, una historia que no se cierra que, por el contrario, se afianza cada día más en el sentimiento de los veteranos o excombatientes, una historia viviente en nuestro Pergamino”.

   Con respecto al tema de la reinserción en la sociedad de los excombatientes de Malvinas, algunos autores especializados culpan a los distintos gobiernos de turno de no implementar – habiendo transcurridos tantos años desde la finalización del conflicto bélico- políticas públicas para que los excombatientes puedan sobrellevar el impacto negativo de las consecuencias emocionales de participar en la guerra. Ante esto, el General Martín Balza expone: “quizás muchos de nosotros seriamos olvidados excombatientes el resto de nuestras vidas, sin el respeto ni reconocimiento de quienes nos enviaron a la guerra y nos ignoraron cuando regresamos al continente. Me refiero a la superioridad insensible e ingrata (...) la guerra había terminado, pero sus secuelas recién empezaban”.

Siguiendo con este planteo, María Alejandra Silva aduce que las políticas “públicas” destinadas a este grupo social fueron en su generalidad insuficientes y que, por el contrario, lo que predomina es un acto de retórica política que hizo y hace erupción en fechas patrias.

   Ante la ausencia del Estado, es importante analizar cuál fue la postura de la sociedad en el proceso de reinserción de los excombatientes en el ámbito laboral y social. Con respecto a este tema, encontramos dos posturas, por un lado los que sostienen que la sociedad le dio la espalda a los excombatientes al igual que los gobiernos; y por otro, los que sostienen que la sociedad apoyó y ayudó a los excombatientes en el proceso de reinserción social.

Según Rosana Guber, Malvinas suele atribuirse no solo a los afanes políticos de la conducción del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional sino que también al consenso del que gozó la recuperación, desde el 2 de abril, en la sociedad civil y política. Esta caracterización es bastante lógica considerando que en solo tres días el pueblo argentino pasó del absoluto antagonismo a la comunicación con el régimen.

   Pero luego de la derrota, este apoyo inicial al gobierno se convirtió en repudio, y junto a esto se desarrolló un mecanismo de olvido de los excombatientes, tanto en muchos sectores de la sociedad, como en los gobiernos que precedieron a la dictadura.

“Cuando nos fuimos nos acompañaban caravanas de autos para despedirnos. Y cuando volvimos llegamos de noche, fue como si hubiésemos entrado por la puerta trasera del país, escondidos, como derrotados, como si fuésemos los culpables de haber perdido la guerra” La opinión de Oscar Cecim (La Plata) refleja el sentir de los que participaron en la guerra, el ocultamiento, la negación, y la falta de preocupación de quienes, hasta la derrota, los habían ensalzado como héroes.

   Este olvido se suele atribuir al proceso de desmalvinización iniciado por los gobiernos que siguieron a la dictadura; Ante esto Judith Gociol, Luis Felipe Lacour y Rodrigo Gutiérrez Hermelo sostienen que todas las agrupaciones coinciden en atribuir el descuido del que han sido objeto los excombatientes a una política de “desmalvinización” consiente. Cangiano considera que la idea es entonces desmalvinizar al país para volver a aliarse con los Estados Unidos e Inglaterra.

Otro miembro de la agrupación “2 de Abril” afirmó que “mucha gente, además de periodistas, comunicadores y funcionarios hicieron eco de esta campaña”.

En oposición a esto, otros autores sostienen que ante la ausencia de políticas efectivas del Estado con respecto a la salud física y mental de los excombatientes, como así también para su reinserción laboral, los derechos conseguidos por los veteranos de guerra de Malvinas, han sido fruto de su lucha, reclamo y trabajo con la comunidad. Pero nunca han sido otorgados por la sola decisión de algún político de turno.

¿Cómo hizo la democracia para “matar” a más de 350 ex combatientes? La expresión hace alusión a la cantidad de suicidios que se dieron luego de la guerra de 1982, con la restauración democrática.

La Argentina pos- Malvinas debió sufrir la pérdida de muchos de sus ex combatientes a causa de traumas post-bélicos y por falta de una contención desde el Estado que se extendió por más de dos décadas.

En el 2005 los reclamos de aquellos que habían ido a pelear a las islas se hacían oír con mayor fuerza. El gobierno de ese año había creado las condiciones favorables para demandar un reconocimiento retrasado y mejorar condiciones de vida de este sector social vulnerable.

Los veteranos de Malvinas constituyen un sector social de alto riesgo: las secuelas físicas y el estrés post-traumático, como marcas producidas por haber participado en la guerra de Malvinas, hacen imprescindible una atención y contención adecuada, completa y temprana a aquellos que atravesaron la experiencia bélica en carne propia.

Si bien en Pergamino se puede afirmar que no hubo casos de suicidios, se debe agregar sin embargo que los ex combatientes nunca recibieron asistencia integral que abarque no sólo lo económico sino también la asistencia psicológica y médica adecuada.

La vida de estos jóvenes, tuvo un antes y después de la guerra, y significó una carga emocional importante para quienes participaron en ella. La relación con su familiares, amigos, conocidos, dio un vuelco radical, con la pérdida de la guerra; ya no se lo consideraban héroes, sino que eran vistos y condenados simbólicamente por la sociedad, dándoles la espalda y evitando hablar sobre este suceso.

No sólo es la experiencia misma (la guerra) lo que da una jerarquía distintiva a este grupo, sino el hecho de que su reclamo y demanda hacia el Estado tiene raíz en una exigencia que este último les hizo en el pasado: ir a una guerra para defender su soberanía (en este caso recuperarla).

Sin embargo, las políticas de Estado, las políticas “públicas” apuntadas este frágil sector fueron, en su generalidad, insuficientes, básicas, descoordinadas e intermitentes. Uno de los objetivos de este trabajo es revelar que, en el contexto local, en los últimos tiempos y bajo un halo de retórica política, solo se hace alusión a la causa Malvinas en las fechas patrias.

Un breve recorrido por los principales puntos en los que tomó forma esta “política de Estado” hacia este sector puede proporcionar, al menos, una postal ilustrativa de lo hecho (y por hacer) en este campo.

En este trabajo se pondrá de manifiesto que la falta de organización de los ex combatientes a nivel local , sujeto a una problemática común, ha ocasionado que la calidad de los reclamos sea individual y no grupal y, por ende, poco efectivo. Se debe destacar, sin embargo que, en la ciudad de Pergamino, tanto el familiar como el vecino del ex combatiente se preocuparon siempre por su integridad como ciudadano, haciéndolo partícipe en todos los niveles de intervención ciudadana.

“El estado nacional quiso ayudarnos con lo más fácil y nos dio la atención de PAMI. Esta institución está preparada para trabajar con ancianos y no con ex combatientes. (...) todos los días vemos los compañeros que se quieren suicidar, que se quisieron ahorcar y después lo hicieron. También vemos mucha violencia familiar principalmente con sus hijos que tienen 18 años, otros que se están muriendo por grandes problemas hepáticos a causa del alcoholismo.

A nosotros nos pasa lo que le pasa a los argentinos, pero con una sumatoria: estuvimos en Malvinas”, declaraba Rubén Almeida (Santa Fe) en el año 2006.

En los casos en los que la reinserción desde un ámbito laboral no era posible en lo inmediato, la figura de “pensiones de guerra” se convirtió en una demanda tanto del sector civil que había servido en la batalla como del castrense.

Los reclamos se materializaron desde entonces bajo distintas formas. Solo para retrotraerse a los últimos tres años pueden mencionarse la carpa blanca en Plaza de Mayo, distintas marchas, y la toma del PAMI.

Estas distintas presiones lograron ciertos avances en una mayor asignación de pensiones y el aumento de su monto (que comportan un escalón más en el reconocimiento material y simbólico del sacrifico realizado). Sin embargo, las luchas en cada provincia continúan y son diferentes, pues dependen del grado de organización de los veteranos de guerra, de su concepción política, de su conformación social. Lo cual implica señalar que aquellos veteranos de guerra pobres son más vulnerables, y en la medida en que no se tomen medidas integrales seguirán existiendo problemas diferenciales no resueltos.

Los problemas son varios y los desafíos son numerosos, de modo que no se resuelven solamente monetariamente (con aumento en el monto de pensiones y otorgando jubilaciones), sino que hace falta comenzar a cambiar la perspectiva, la mirada y actuar desde los diferentes ámbitos, respetando la diversidad de enfoques en un contexto de convivencia democrática.

En las grandes ciudades tales como Buenos Aires, Rosario y Córdoba, las estadísticas de una encuesta elaborada por el PAMI muestran que cuatro de cada diez ex combatientes intentó quitarse la vida alguna vez. Casi la mitad tiene problemas de alcoholismo. Más del 70 por ciento duerme mal. De sus parejas, la mitad teme ser víctima de sus reacciones violentas.

Pergamino, siendo una ciudad pequeña, contribuyó a una mejor contención del ex combatiente de Malvinas, en comparación con otras regiones más densamente pobladas y, por ende, más indiferentes a las cuestiones vecinales.

 

La analista Rosana Guber dice:”La guerra constituye, en efecto, la donación máxima de un familiar y la expresión más evidente de la desigualdad implícita en esta reciprocidad supuestamente igualitaria entre Estado y sociedad. Este implícito genera responsabilidades del Estado hacia a aquellos a los que se pidió su sacrificio o, en su defecto, a sus allegados más próximos o principales afectados por las secuelas que quedaron por este “pedido” del Estado. Pero el Estado debe compensar al ciudadano herido o a los parientes del muerto por haber tomado un hijo, un esposo o un padre de esa familia. Y si se trata de un herido, las Fuerzas Armadas tienen la obligación de garantizar tratamiento médico y psicológico por el tiempo que sea necesario”.

Volver a Malvinas– es pasar una y otra vez por la sinuosa superficie de un enigma irresuelto. Y no porque todavía quede mucho por descifrar acerca de la trama secreta de la guerra sino porque otra vez quedamos tristes y azorados frente al enigma que anida en nosotros mismos de, en el fondo, no saber qué decir, no saber qué pensar, no poder sacar una conclusión más o menos concluyente, más o menos honesta con nosotros mismos. Como si la verdadera pregunta sin respuesta fuera esa formulada con clarividencia en el cantito nacido a finales de la dictadura: ¿qué pasó con las Malvinas? Por eso, seguramente, la solución más a mano seguirá siendo el perezoso y monótono recurso de tildar a la ocupación y la guerra de algo “absurdo” o “delirante”, y seguir de largo hasta un nuevo abril. Mientras tanto el silencio, el largo silencio social como si efectivamente las islas, la dictadura que la generó, los soldados, los muertos y los sobrevivientes, se hubiesen quedado para siempre tras su manto de neblina.

Desde luego, este silencio colectivo tan espeso como silencioso y largo, esta negativa férrea a considerar a la guerra como un hecho en sí, contrasta con la profusión de suplementos especiales para el mes de abril y la bibliografía disponible, que no sólo se va engrosando con el correr de los años sino que se ha ido diversificando en literatura, historia, testimonios y otros géneros (y donde no ocupa un lugar menor la parte militar: quizá la bibliografía sobre Malvinas sea uno de los escasísimos ámbitos donde confluyen civiles y militares).

Malvinas como enigma no resuelto, trauma no superado, pero sobre todo como tema pendiente y controversial, olvidado y resistido.

Hay varios debates que todavía quedan pendientes en la Argentina sobre hechos cruciales de su historia reciente. La aventura de la guerra de Malvinas permanece aún sin poder plantearse críticamente, es un fragmento de historia congelada, no ya por la derrota de las Fuerzas Armadas que se habían apoderado del poder, y de la cual ya ni se habla o sólo se la rememora con letras coloradas en el almanaque de las fechas patrias. Es mucho peor todavía. Permanece congelado por los políticos o intelectuales ‘progresistas’ o de izquierda que le dieron, y justificaron teórica y políticamente, su apoyo contrariando la mínima cordura.

La guerra de Malvinas sigue siendo hoy un tema profundamente controversial. Incomodidades, resquemores o directamente prejuicios a partir de ideas superficiales acerca de ‘lo militar’ y ‘lo nacional’.

Sea como fuere, venga por donde venga, el asunto es que Malvinas se cae del mapa. Como si la guerra de Malvinas en cierta forma no hubiera sucedido en un plano real sino en un tinglado de delirio y absurdo, escapando a las posibilidades de la razón.

Luis Parra (Pergamino) nos ejemplifica con una anécdota personal: “En un colegio para una fecha patria le pregunté a los alumnos qué diferencia había entre un Conscripto que murió en el crucero General Belgrano y el Sargento Cabral: Los chicos no supieron qué responder y les contesté que uno murió en el mar y el otro en tierra”.

Siguiendo con la información que nos brinda Fabián Duarte (Pergamino), nos dice que por lo general las autoridades Municipales y escolares se acuerdan de ellos el 2 de Abril para la conmemoración de Malvinas, pero se resigna porque la política Municipal con los ex combatientes siempre fue deficitaria, tuvieron que pelear durante mucho tiempo para que dos ex combatientes desocupados pudieran entrar a trabajar en el municipio y en un momento durante la administración de Alcides Sequeiro se logró esta conquista.

Luis Parra confirma que “la relación con el Municipio nunca fue buena, nunca nos brindaron asistencia psicológica o médica. Siendo que por ley estamos eximidos del cobro de impuestos, los trámites son tan engorrosos que dejamos de realizarlos”.

Fabián Duarte continúa diciendo que “el sábado, 21 de Junio de 2008 hemos recibido el honor de que todos los bloques políticos aprobaron el pronto cumplimiento de la ordenanza que nos declara ciudadanos ilustres a los 14 excombatientes de Malvinas de Pergamino; si bien no sabemos el alcance de ser considerado ciudadano ilustre, nos dieron un diploma, y estamos esperando jubilarnos para empezar a realizar trabajos solidarios y por la memoria para mantener viva la gesta de Malvinas.”

Tuvieron que pasar 26 años para que este tipo de decisiones tuvieran que tomarse, este cambio de mentalidad de los políticos locales, probablemente tenga que ver con la posición política tomada desde el gobierno nacional que trató de darle una solución a los problemas que día a día aquejan a los ex combatientes y con el correr de los años ya no se identifica la causa Malvinas con lo castrense propiamente dicho por lo que resulta más fácil para los políticos tomar este tipo de decisiones.

Esperemos que esta madures que nuestros ediles demuestran en concordancia con los lineamientos nacionales no sea una mera retórica política electoralista, y se profundice en las necesidades que los 14 ex combatientes de la zona tienen para estar en concordancia con la comunidad de Pergamino.

 

La guerra constituye un hecho traumático para la sociedad en general. Es un suceso extraordinario que siempre deja secuelas, como indica la Organización Mundial de la Salud. Genera daños irreversibles, físicos y psíquicos y sociales, tanto en las personas que participan directamente como en el grupo familiar. De modo que la vida de estos jóvenes tuvo un antes y después de la guerra: en la salud y en su inserción social. Significó una carga emocional importante para quienes participaron en ella, la relación con sus familiares, amigos, conocidos, dio un vuelco radical. Con la pérdida de la guerra ya no se lo consideraban héroes sino que eran vistos y condenados simbólicamente por la sociedad dándoles la espalda y evitando hablar sobre este suceso. En ese sentido cabe rescatar las palabras de un soldado: “Imagínate que en cada uno de nosotros hubo 3(tres) personas diferentes. Hubo un Luis antes de Malvinas, que fue otra persona durante la guerra, y hay un Luis que vuelve. ¡Yo no soy el mismo que era antes!“.

Con respecto a los veteranos de guerra de Pergamino debe decirse que no contaron con una asistencia psicológica ni médica, así es que se produjo en torno a ellos un vacío social. Por lo que sólo encontraron refugio en la familia, los amigos y vecinos.

El fenómeno de la “desmalvinización” fue revertido por nuestros ex combatientes desde una postura de resistencia y lucha contra la burocracia y el olvido; pero en otras regiones de la República Argentina también se actuó desde la resistencia al estado de cosas impuesta sistemáticamente desde que se instauró la democracia; la diferencia es que en Pergamino no hubo suicidios de ex combatientes.

Seguramente este tipo de problemática se ha resuelto gracias a diversos factores: uno es que en ciudades de menos de 100.000 habitantes las relaciones son más estrechas entre vecinos y donde por lo general se conocen todos. Este factor no es tenido muy en cuenta en diferentes trabajos consultados y sería interesante profundizar.

De las entrevistas realizadas nos manifiestan que el estrés postraumático existió y se prolongó los primeros años, manifestándose de diversas maneras: pérdida del sueño y cierto tipo de psicosis; en las entrevistas surge que la educación o información cultural recibida antes de Malvinas les sirvió para revertir la situación; también hablan de los amigos y vecinos contando infinidad de anécdotas de actos solidarios.

El ex combatiente estuvo siempre acompañado en Pergamino, por azar o destino todos sostienen que la familia, sus proyectos y un espíritu templado en el infierno de la guerra fueron la base para salir adelante y poder ver como ante el olvido y el abandono del Estado se contrapone una comunidad orgullosa de sus héroes que los reconoce todos los días.

Los familiares de los ex combatientes también sufrieron primero la incertidumbre de la guerra, y luego sobrellevaron las problemáticas de ayudar a quienes ni siquiera tenían profesionales preparados para tratarlas.

Una Madre de un ex combatiente señalaba en el año 2006 que “ni remotamente se me hubiera ocurrido que mi hijo iba a ser uno de los soldados que con 18 y 20 años habían tomado Malvinas. Los días que siguieron fueron un silencio absoluto hasta el 14 de abril, que recibimos un telegrama escrito por Carlos. Nos decía que estaba bien y que solo quería cigarrillos porque el dinero no le servía. Fue terrible recibir la noticia que tu hijo que está haciendo el servicio militar obligatorio, injustamente fuera obligado a participar en una guerra. Desde ese momento no tuve más noticias de mi hijo hasta el 15 de mayo en que recibo una carta. El recuerdo es espantoso, no sé cómo decirlo, es una experiencia traumática sufrida por mi familia y mis amigos. Aunque también recuerdo y valoro la solidaridad de todos los que se comunicaban con nosotras...El sufrimiento de una madre no se puede describir, es terrible...Solo recuerdo el corazón comprimido y estar todo el día prendida a la radio para escuchar cualquier novedad, sobre todo cuando no tenés ninguna forma directa de saberlo, un teléfono u otro medio, para saber como esta, si está vivo todavía”.

Padres y madres fueron afectadas por este sufrimiento. Esto también se verifica en el mencionado relevamiento de PAMI que señala un 35,2% de padres fallecidos y un 16,6% de Madres fallecidas.

Sin embargo, la discriminación social y laboral continúa a nivel nacional. Muchos de ellos aun hoy ocultan su identidad. Negar la participación en la guerra de Malvinas para obtener y/o conservar el empleo no solo es patrimonio de excombatientes con poca escolaridad, sino que también alcanza a profesionales universitarios.

En el sistema de salud han pasado los años y casi todo sigue igual pero los problemas de salud de los veteranos se agravan.

A esto se agrega el olvido de la sociedad civil y los profesionales universitarios. Habiendo históricas Facultades de Medicina y de Psicología en la Argentina, hasta el momento no hay estudios del morbi-mortalidad, vigilancia epidemiológica o seguimiento sobre el impacto de la guerra en la salud bio-psico-social de los excombatientes y sus respectivas familias. En suma, a la deuda política también se le añade la deuda social argentina. ¿Hasta cuándo?

QUIEN MANDA ESA PARTIDA...??

Ariel Formento

“Los viajeros doblan por la curva de Sinsacate y después bajan, a paso regular,  por el recodo del camino, apretado por  laderas de matorral espeso que hacen encantador pero siniestro el sitio, propio para emboscadas. ¿Será allí? Hay cierto movimiento de ramas apretadas y casi se reproduciría la sensación dantesca de que los árboles tienen formas humanas. Y escurriéndose como víboras, sin quebrar las hojas secas, se apostan de diez en diez, tres grupos; a la derecha e izquierda de la galera anhelada. Ya se acerca. Se aproxima. Desemboca. ¿Ya?" (1)

Quien manda esa partida ???

En el paraje de Barranca Yaco (al norte de la provincia de Córdoba), el sonido de los buitres sobrevolando esas áridas regiones retumbarían en la historia como un eco interminable de la anunciada tragedia.

Quién manda esa partida ???...”, habría arengado el caudillo riojano en respuesta ante la acometida del tropel de forajidos y los tiros amenazantes (aunque el historiador David Peña refirió que Quiroga habría pronunciado: “Que venga el jefe de esta partida… ¿qué significa esto ?”). (2)

Una artera emboscada de matones a sueldo daba por cierto los rumores que por entonces los vientos mediterráneos y de las pampas traían y, una bala cargada de odios, intrigas e intereses mezquinos retrasaría los tiempos de la unión de los argentinos, de la Constitución Nacional y regaría de sangre las provincias.

Aún parece fresca en la historia la herida abierta  aquel  fatídico  16 de febrero de 1835, en que el ensangrentado polvo del Camino Real fue mudo testigo de la barbarie traicionera.

Sorprendentemente, yacía  tendido y sin vida “el Tigre de los Llanos”, Gral. Don. Juan Facundo Quiroga. Tanta pasión, tanta valentía e intensa vida, pasaba a transformarse en quietud y mito, símbolo de los ideales y las luchas federales.

Precisamente regresaba Quiroga de oficiar un acuerdo pacifista en el norte argentino entre los gobiernos de Tucumán (Felipe Heredia) y Salta (Pablo Latorre), en pos de evitar una segura guerra civil.

El lento proceso de organización nacional sufría entonces un retroceso, donde las pasiones se ubicarían más distantes y se acrecentarían con mayor virulencia sin reconciliación alguna… De allí y en poco tiempo  más, un salto al orden, a la restauración de las leyes, a la obligada imposición de ideas e intereses a punta de  fusiles y lanceros ante tanto desconcierto.

Lo concreto fue que un tal Santos Pérez -capitán adicto a los hermanos cordobeses Reinafé- comandó la partida, tendió la cobarde trampa y disparó a sangre fría una de las balas más agudas de la historia: al cruzar la galera del General Quiroga, y en momentos que éste asomó su cabeza, la bala impactó en su ojo izquierdo y el caudillo cayó pesadamente al polvo, como la historia misma hasta ese entonces.

Nadie salió a salvo, ni su secretario, el coronel José Santos Ortiz, ni sus cuatro asistentes, ni tampoco un niño que acompañaba la galera. Todos muertos y degollados. El Tigre de los Llanos, solo llevaba de custodia su coraje, su fama y su don de intrépido en que nadie se le atrevería a provocar un rasguño. Se le escuchaba decir al riojano: "No ha nacido todavía el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga". Sin embargo, la capilla de la vecina posta de Sinsacate fue albergue de sus primeras horas ante el Altísimo.

Por el homicidio del caudillo riojano, fueron condenados a muerte Santos Pérez y los hermanos José Vicente, Francisco, Antonio y Guillermo  Reinafé (caudillos cordobeses que habrían ordenado la muerte del general riojano), siendo ejecutados el 26 de octubre de 1837 en la plaza de la Victoria.

No obstante el juicio y las condenas, la intriga de los autores intelectuales de semejante crimen sobrevoló sobre varios gobernadores de la época: el gobernador santafecino Gral. Estanislao López (de innegable tirantez para con el riojano); Juan Felipe Ibarra de Santiago del Estero que no le brindó suficiente escoltas (Facundo le habría rechazado la protección); y hasta sobre el mismísimo Rosas alcanzó la acusación, pero en su último encuentro con Quiroga, en la madrugada del 17 de diciembre de 1834, en la Hacienda de Figueroa (actual “Estancia La Merced”, muy próximo a San Antonio de Areco y cerca de San Andrés de Giles de la provincia de Buenos Aires), el gobernador bonaerense le ofreció suficiente escolta para su programada misión, también rechazada por el riojano.

La muerte de Quiroga resultaría una bisagra en la historia argentina.

Ya desde años anteriores, se pretendía una nueva gobernación de Rosas y, ante la insistente negativa del mismo,  la tragedia del asesinato de Quiroga motivó que la Legislatura de Buenos Aires decidiera convencer al ex gobernador, otorgándole  las facultades extraordinarias para un “régimen republicano de excepción” por cinco años, habiendo ratificado tal decisión el pueblo de Buenos Aires en un plebiscito. Así entonces, el Gral. Rosas asumió su segundo mandato el 7 de marzo de 1835.

¿Existía en esos tiempos otra forma de poner cauce al orden y la barbarie ante tan endeble organización nacional de lenta y creciente nacimiento, que estaba siendo saboteada por intereses colonizadores de los “doctores” unitarios ?

Diez años después de la  tragedia de Quiroga (1845), con el único fin de atacar al gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, Brigadier General Juan Manuel de Rosas, la "inteligenzia" de Domingo Sarmiento derramaría ríos de tinta para armar una fábula novelesca de "buenos contra malos" en su obra literaria "Facundo", donde “la sombra del temible Quiroga” (de no menos ni mayor bravía que el propio autor y varios unitarios como los Generales José María Paz, Juan Lavalle o Lamadrid), resultaría la excusa adecuada para difundir, concientizar e imponer sus ideas políticas colonizadoras, extranjerizantes, y de beneficio para las clases sociales más acomodadas.

"¡Sombra ensangrentada! No has sido entonces el mito aterrador que el nombre de Facundo evoca. Fuiste el general Juan Facundo Quiroga, nervio, centro, fuerza, pensamiento y acción representativos de esas entidades humildes, candorosas y lozanas, que se llaman las provincias, en la hora crepuscular de su incorporación a este núcleo incontrastable que formara la patria. Representas en germen un ideal que unido al del vasto laboreo, da origen después a la organización de que hoy gozamos..." (3)

Hoy, el cuerpo de Juan Facundo Quiroga reposa de pié en el cementerio de La Recoleta de Buenos Aires,  de igual modo como supo conducir dignamente su intensa vida.

 

(1), (2) y (3).- "Juan Facundo Quiroga" de David Peña, pags. 303, 319 y sgts.,

Editores Memoria Argentina Emecé,  impreso en Printing Books, calle Carhué 856, Temperley, junio de 1999.

  

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El “FACUNDO”, todo un símbolo de la ideología liberal en la historia argentina:

 

A partir del “Facundo”, Sarmiento le daría a la literatura argentina una obra clásica, ilustrada semilla del acabado pensamiento liberal, colonizador y de extremo capitalismo, que redundaría en útil expresión para la formación de ideas y sentimientos de los argentinos en la pretensión de organizar un país para pocos, profetizando el odio, la soberbia y la discriminación, identificando a sus enemigos como “la culpa de todos los males”, anteponiendo los conceptos de “civilización” al de “barbarie”, o lo que en realidad fue: “despotismo o barbarie”, arrogándose en forma exclusiva las virtudes de civismo, educación y progreso, en claro contrasentido con los valores morales.

Al respecto, el caudillo sanjuanino supo expresar: “Lograremos exterminar a los indios?, Por los Salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría a colgar ahora si reapareciesen…se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado.” (artículos en El Progreso 27.9.1844, y en El Nacional 19.5.1857, 25.11.1878 y 8.2.1879)(1)

Con ese marcado acento y desprecio, Sarmiento -traidor de su raza- practicó el exterminio de los argentinos de piel oscura, además de sostener que “la Patagonia no nos sirve”, pues para él era mejor que la administrara Chile (país que lo supo albergar en el exilio).

Tampoco debe olvidarse del apoyo de Sarmiento –en tiempos de la presidencia del Gral. Bartolomé Mitre-, para el exterminio de cientos de millares de hermanos paraguayos, que le provocaría la felicidad del "deber logrado" para beneplácito de los intereses del imperio británico. En la guerra de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay), o mejor dicho el exterminio de la nación más desarrollada del cono sur en esos tiempos, ocurrida entre 1865 a 1870 y promovida con el apoyo económico e interés del imperio británico, la población guaraní quedó reducida de 1.000.000 a unos 200.000 habitantes -en su mayoría mujeres y niños. El propio Sarmiento en 1870 expresó: “Se acabó la guerra. Ya no queda ningún paraguayo mayor de diez años”, y celebró “Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana”. Vaya roñía: sus últimos días lo encontraría en la bella Asunción del Paraguay, postrado, viejo y solitario ante la única compañía de una fiel servil mujer, y apagaría su vida un 11 de septiembre de 1888.

Del Paraguay exterminado solo sobrevivió el nacimiento y la lengua original del guaraní. Por ello, la palabra es sagrada (2). Un eterno perdón, mezcla de arrepentimiento y vergüenza, aún les deben las tres naciones vecinas al Paraguay, deuda jamás saldada.

Luego de la “experiencia internacional”, vendría el avasallamiento sobre las vidas y dignidad de nuestros compatriotas. Tendría lugar en nuestro territorio y en manos del militar y liberal presidente Julio A. Roca (la omisión de su segundo nombre es un homenaje a nuestra dignidad e identidad del orgullo del ser nacional), en su embestida contra el aniquilamiento y genocidio de los pueblos indígenas para vaciar la Patagonia desde las puertas mismas del sur de la provincia de Buenos Aires (1878-1885).

¿”Conquista del desierto” habitado por pueblos originarios? ó ¿apropiación ilegítima de tierras para el reparto entre las familias más adineradas de la elite porteña? (desde siempre hubieron civiles apoyando gobiernos militares dictatoriales).

Pues, al fin y al cabo de tanta matanza y crueldad contra los pueblos originarios, si bien no hay cifras exactas, se dice que unos 3.000 indígenas fueron muertos y otros 10.000 reducidos a servidumbre, en tanto que unas 15.000 leguas fueron apropiadas para la agricultura y ganadería e incrementar las incipientes riquezas de familias de Buenos Aires como los Martínez de Hoz, Anchorena, Pereyra Iraola, Luro, Alzaga Unzué, entre otros. Porque todo tiene que ver con todo. todo es historia, y tan sólo basta con ejercitar la memoria.

 

(1) y (2).- “Espejos” de Eduardo Galeano, pags. 185, 202 y sgts., Siglo XXI Editores, año 2.008.

30 AÑOS DEL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES DE BRASIL

NÉSTOR BONILLAS

El 10 de febrero de 2010 el Partido de los Trabajadores del Brasil cumplió 30 años de existencia. Sus orígenes se remontan a la década del 70, cuando un grupo de trabajadores de São Paulo adoptaron al Socialismo como forma de organización social.

El nacimiento del PT es el resultado de un grupo heterogéneo, donde además de gremialistas, había intelectuales de izquierda y grupos católicos identificados con la Teología de la Liberación. Hasta el golpe de estado de 1964 la representación de los asalariados de Brasil estaba en manos del CGT (Comando General de los Trabajadores) cuyos dirigentes contaban con el reconocimiento estatal del Ministerio de Trabajo ocupados por miembros del Partido dos Trabalhadores de Brasil.

Los militares que sacaron del poder al presidente Joao Aguilar acusándolo de simpatizar con la revolución cubana redujeron las libertades civiles, disolvieron el CGT e intervinieron todos los sindicatos oficiales. Esta restricción de las libertades civiles potenció el surgimiento de movimientos de trabajadores organizados que se expresaron fundamentalmente en São Paulo a través de huelgas y nutridas presencia en las calles.

Según cuenta Vicentinho, fundador del PT, “tuvimos una experiencia aquí, en San Bernardo, que, estando presos como estábamos, los trabajadores sustentaron nuestra lucha. Luego, la insistencia, la esperanza de crear un partido que fuese una red nacional y también internacional. De ahí fue creciendo y, felizmente, hoy está fuerte y goza de buena salud. Realmente está valiendo la pena todo el esfuerzo que se hizo”.

La heterogeneidad de los dirigentes de estas luchas fue llevándolos a adoptar una identidad propia a la vez que alejándolos de la posibilidad de recuperar el CGT como representación de los trabajadores.

Compuestos por líderes de izquierda antistalinistas y antitrostkistas, el movimiento incorporó la necesidad de adquirir una identidad propia mediante la creación de un partido político.

Luiz Inacio Lula Da Silva argumenta que “el PT no puede ser un partido que sólo dispute una elección; tiene que estar envuelto en las problemáticas de los trabajadores 24hs por día, durante los 365 días del año. Para eso es preciso que salga de adentro de sí mismo y juegue dentro de la sociedad dejando que el partido olvide las luchas internas que nunca terminan para pelear en defensa de la sociedad, que está necesitando, no un hilo conductor, sino una organización política que pueda ser la caja de resonancia que la sociedad precisa y necesita en este instante”.

Desde su fundación, el PT se presenta como una fuerza de izquierda que busca al socialismo como forma de organización social (aunque nunca se identificó con los países que adoptaron ese sistema político). Los principales dirigentes del PT mantuvieron relaciones políticas con la URSS, la República Democrática de Alemania, China y Cuba, pero jamás los reconocieron como un modelo a seguir. La convivencia de diversas corrientes ideológicas, y la presencia de un núcleo duro de sindicalistas, hizo que el PT no adoptara una orientación marxista.

José Genoino Guimarães Neto, uno de los líderes del partido, señaló que el marxismo y el socialismo son más bien un sistema de valores para la fuerza y no un objetivo de transformación social. El máximo referente del PT de Brasil es Luiz Inacio Lula Da Silva, ex presidente, quien accedió al poder en 2003. En un recordado debate televisivo (en 1989) con su contrincante del Partido de Reconstrucción Nacional, Fernando Collor de Mello, Lula afirmó que jamás el PT se declaró marxista.

La llegada a la presidencia de Lula Da Silva mantuvo una complicada relación con el PT producto de la diversidad ideológica presente en el mismo desde donde algunos criticaban la orientación capitalista de la administración.

Los dos primeros años de la gestión de Lula estuvieron marcados por una confrontación entre los proyectos históricos del PT y la realidad económica y política de Brasil.

Durante su primer período, más allá de que se oponía a continuar con un modelo neolibreral que heredó del gobierno anterior, no modificó la relación del país con el FMI y mantuvo el mismo rumbo en la política tributaria.

Entre sus logros, sin embargo, se destacan la reducción del desempleo, la implementación de créditos para microemprendimientos y la baja de la pobreza. Más allá de estos resultados, el descontento con el presidente de los sectores más orientados a la izquierda dentro del PT fue creciendo aunque incapaces de formular una alternativa viable.

La peor crisis entre el gobierno y el PT se disparó en junio de 2005 cuando la oposición denuncia un sistema de pagos de sobornos a diputados. Se trataba de “mensualidades”, como las denominó la prensa. Eran pagadas a los legisladores por el secretario de finanzas del PT con la participación del secretario general del partido. Por este hecho cayó José Dirceu de Oliveira e Silva, jefe de ministros de Lula y hombre fuerte del gobierno y del PT.

Los escándalos de corrupción y la continuidad de un programa liberal no impidieron que en 2006 Lula obtuviera la reelección respaldado por más del 60% de los votos conviertiendo al presidente y al PT en una maquinaria electoral imbatible.

La esciciones del PT no lograron en esa elección consolidar un modelo alternativo, ni seducir a los que tienen una mirada crítica del gobierno desde la izquierda.

El segundo, y último, mandato de Lula finalizará en enero de 2011 pues Dilma Vana Rousseff (del PT) fue electa presidenta en las elecciones de octubre (en segunda vuelta).

Rousseff es una de las integrantes del movimiento de resistencia contra la dictadura brasileña de los años sesentas. Fue detenida en 1970 y condenada por un tribunal militar sin ningún tipo de garantías. Durante los tres años que estuvo presa recibió todo tipo de torturas.

A 30 años de su fundación, el gran desafío del PT es recobrar el impulso inicial que logró instalar a Lula Da Silva en la presidencia allá por el año 2003. La fuerza está obligada o tomar un gran debate interno para recomponer sus bases. Son muchos los que en el PT como estrategia de futuro apuntan a un fortalecimiento ideológico y social para que el partido vuelva a convertirse en un referente creíble en la historia de la izquierda brasileña y en todo el mundo.

CAMINO REAL (POTOSÍ)

JAVIER VUCOTICH

La ruta deja de ser un suplicio cuando aparece el pavimento en las cercanías de Potosí. Espero que la ilusión, que me generaron las revistas de viajes sobre esta localidad, me deslumbre al recorrerla verdaderamente.

El cielo color zafiro es brillante y las sombras largas, el viento es cortante y frío. Entre un fondo de nubes y montañas, asoman furtivos relámpagos que me obligan a pensar que la muerte puede estar tan cerca como la misma ciudad de Plata.

Por fin divisamos a lo lejos las legendarias faldas del cerro Sumaq Orcko (en quechua: Cerro Rico), montaña que contenía la mina de plata más grande del mundo, a las cuales abrazamos para llegar a la Villa Imperial de Potosí. La altura es de 4.067 sobre el nivel del mar, lo que la hace la tercera ciudad más alta del mundo; esto hace sentir la escasez de oxígeno. Aparecen los primeros síntomas del molesto soroche (mal de las alturas).

La lluvia, el frío y el caótico tránsito complican el acceso a la ciudad. Hay que reconocer la capacidad que tienen los hoteles de generar espacios. En dos minutos desarman la sala de recepción para permitir el paso de la chata a un pequeño patio que oficia de cochera (notable).

El estado de la chata asusta, es una nube de tierra. Por suerte, los bolsos y demás bultos están protegidos con bolsas. Después de casi dos días de viaje por estos caminos creo que nosotros también asustamos; necesitamos un baño urgente.

El cansancio, la elevada altitud y el tenue aire nos dificultan la caminata nocturna. Urgente un mate de coca para combatir los síntomas.

Quien llegue a Potosí, puede creer con fe y creer con imaginación que frente a sus ojos hay un escenario de opulencia colonial. Del mestizaje entre la conquista europea y los pueblos originarios, nacieron obras de arte de un incalculable valor histórico y cultural. Esto está representado por numerosas construcciones coloniales como la Catedral de Potosí, de estilo gótico; la Casa de la Moneda, construida entre 1757 y 1773, y la Universidad Tomás Frías. Otro símbolo de la ciudad es la Torre de la Compañía (jesuita), un convento religioso del siglo XVIII, que refleja el máximo esplendor de Potosí. Su edificación se concibió como un arco del triunfo con cinco aberturas, treinta y dos columnas salomónicas y tres cúpulas de media naranja. Es una ostensible expresión de la espiritualidad de la época. Potosí transpira historia.

Se desayuna rápido y liviano para no llamar al “soroche”. Analía nos está esperando para llevarnos hasta las mismísimas minas de Plata. Durante el recorrido cuenta que una noche del año 1545, un pastor quechua llamado Diego Huallpa, que se perdió mientras regresaba con su rebaño de llamas, decidió acampar al pie del Cerro Rico y encendió una gran fogata para abrigarse del frío. Cuando despertó por la mañana, se encontró con que, entre las brasas humeantes de la fogata, brillaban hilillos de plata fundidos y derretidos por el calor del fuego. El cerro, aparentemente, era tan rico en vetas de plata que las mismas se encontraban a flor de tierra. Esta historia es una mezcla intrincada de hechos fantásticos con verídicos, por lo que es difícil distinguir la historia de la leyenda. Sí es historia que un grupo de españoles encabezados por el capitán Juan de Villarroel tomaron posesión del Cerro Rico en 1545 estableciendo los cimientos de la ciudad.

La inmensa riqueza del Cerro Rico y la intensa explotación a la que lo sometieron los españoles hicieron que la ciudad creciera de manera asombrosa. Lo cierto es que para 1570, tan sólo veinticinco años después de su nacimiento, su población ya era de 50.000 habitantes. En 1625 tenía ya una población de 160.000 habitantes, por encima de Sevilla y mayor aún que París o Londres. Inicialmente se constituyó como un asiento minero dependiente de la ciudad de La Plata (hoy Sucre) pero, tras una larga lucha por conseguir su autonomía, adquirió el rango de Villa Imperial de Potosí el 21 de noviembre de 1561 mediante una capitulación expedida por el entonces Virrey del Perú Diego López de Zúñiga.

Nos sorprende la cantidad de Iglesias que atravesamos. Estas son sólo una parte de las numerosas iglesias que se hallan en Potosí nos dice esbozando una sonrisa Analía. Cada dos cuadras aparece una nueva. Había que evangelizar y mantener entretenidos a los mineros. Estos no lograban subsistir desnudos del abrigo de la religión. A comienzos del siglo XVII Potosí ya contaba con treinta y seis iglesias espléndidamente ornamentadas, y ciento veinte prostitutas, a cuyos resplandecientes salones concurrían los mineros más ricos.

Previo a la mina visitamos el mercado minero para abastecernos de presentes para los trabajadores. Desde cigarrillos, hoja de coca y hasta dinamitas y, por supuesto, no olvidarse del alcohol. Todo se consigue en estos puestos callejeros. Es que hoy la explotación está a cargo de cooperativas y son los mismos trabajadores que deben abastecerse de sus herramientas.

Ya disfrazados de mineros, con todo el equipo de seguridad nos adentramos en el mismísimo Cerro Rico. Me siento incómodo, caminar entre los túneles entorpeciendo la labor de los mineros, y más aún cuando la gente intenta sacar fotos como si estos fueran muñequitos para el recuerdo. La pobreza les obliga a aceptar los presentes, y a agradecer la colaboración. Pero no están cómodos siendo observados. Parece que no llegaron los beneficios laborales a estas personas. La historia no cambia.

Los indígenas fueron sometidos a la mita, un sistema de esclavitud que ya era habitual en el imperio incaico, pero cuyo uso intensificaron los españoles, y creció aún más a instancias del virrey Francisco de Toledo, ante la falta de mano de obra para la minería. A los mitayos (como se llamaba a los indios sometidos a la mita) se les hacía trabajar hasta 16 horas diarias, cavando túneles, extrayendo el metal manualmente o a pico. Eran muy frecuentes los derrumbes y otros accidentes, que ocasionaban la muerte de cientos de trabajadores. Las rebeliones eran ahogadas a sangre y fuego; es que los dioses, según los colonizadores, no soportaban la competencias de los terrestres vulgares y salvajes.

Es probable que hasta 15.000 indígenas hayan muerto en la explotación de la plata, entre 1545 y 1625.

La producción de plata llegó a su punto máximo alrededor del año 1650, momento en el cual las vetas empezaron a agotarse, y Potosí entró en un camino cuesta abajo del que no pudo recuperarse jamás. En 1719, una epidemia de tifoidea mató a cerca de 22.000 personas, y otras tantas abandonaron la ciudad. Para 1750 la población se redujo a 70.000 habitantes. Treinta años después, cayó a 35.000 habitantes. Desde 1776 Potosí, como todo el Alto Perú (la actual Bolivia), pasó a formar parte del Virreinato del Río de la Plata, por lo que la plata dejó de embarcarse a España por el puerto de Arica y empezó a embarcarse por el de Buenos Aires. Al estallar el movimiento de independencia, la población había descendido a tan sólo 8.000 habitantes.

Durante el recorrido participamos de las costumbres y creencias de los trabajadores mineros. Al final, la challa, brindis con alcohol en honor al “tío”, dios de los mineros; Es que al no pronunciar la D, y en esa mezcla de dioses y otras supersticiones, el Dios minero se transformó en Tío.

Juancito, hijo de un minero, se gana la vida ayudándonos a despojarnos de estos trajes y a vender piedras de plata, zinc, plomo, estaño como recuerdo del Cerro Rico. En las afueras las mujeres a las que se los prohíbe ingresar a las minas por ser portadoras de mala suerte esperan con sus viandas a los fatigados hombres. Hombres de rostros maltrechos y víctimas de la silicosis, grave enfermedad respiratoria, causadas por la inhalación prolongada de compuestos químicos que contienen sílice cristalina.

Desde el Arco de Cobija le damos la despedida al cerro, con ese sabor agridulce de haber disfrutado la visita pero también del cruel reflejo del pasado convocado por el difícil presente. Realmente esta visita, como acuñó en su monumental obra "Don Quijote de la Mancha" de Miguel de Cervantes, “vale un Potosí” (vale una fortuna).


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